Vicente Blasco Ibáñez fue amado y odiado, tuvo seguidores y detractores. Lo que está claro es que fue una de esas personas que no pasó por la vida de puntillas… Fue un hombre de carácter, un hombre inteligente y un gran enamorado de la tierra que le vio nacer: Valencia. Por eso, aunque viajó y viajó, siempre tuvo su refugio en su ciudad natal. Para construir su villa no eligió cualquier sitio, eligió el mejor, frente al mar Mediterráneo, ese mar que tanto le inspiró para escribir, el mismo mar que inspiraba a su gran amigo Joaquin Sorolla.

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Hoy os invito a que conozcáis su museo: la Casa-Museo Blasco Ibáñez. 

En su interior encontramos fotografías familiares con su mujer, María Blasco, y sus cuatro hijos: Mario, Libertad, Julio César y Sigfrido. Los nombres de sus hijos son, sin duda, una muestra evidente de que Blasco Ibáñez era un hombre mucho más moderno y avanzado que los hombres de su época. Por aquel entonces, lo habitual era llamarles José, Vicente o Amparo. El matrimonio estuvo casado toda una vida, aunque por todos fue sabido la pasión del escritor por las mujeres. De hecho, él tuvo una amante de la que su mujer era sabedora. Eran otros tiempos… Y cómo son las cosas que a su amante, Elena Ortúzar, la conoció en el taller de Joaquín Sorolla, mientras éste le pintaba un retrato. Ella era una guapa aristócrata chilena casada con un hombre mucho mayor que ella. Con ella conectó desde el principio y ella fue quien le introdujo en muchos círculos literarios. Desde que se conocieron ya no se separaron. Blasco Ibáñez y Elena Ortúzar se casaron tan sólo 9 meses después de la muerte de su mujer.

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En su interior también encontramos recuerdos que nos hablan sobre sus otras pasiones: la literatura, el periodismo y la política. Como político se caracterizó por su oposición a la monarquía y sus ideales republicanos. Él fue el director del periódico El Pueblo, un periódico de marcado carácter republicano y el que le supuso el encarcelamiento en más de una ocasión. Pero imaginaos cómo era Vicente Blasco Ibáñez que llegó a decir que no le importaba pasar temporadas en prisión porque allí se encontraba tranquilo y relajado para poder escribir… No tenía pelos en la lengua… 

Era un agitador, quería que la gente se levantara y no soportaba las injusticias. Era muy inquieto, participando en cientos de conferencias, reuniones, etc.

Y ¿qué más encontramos en este museo? Pues evidentemente cientos de ejemplares de sus obras, cuyas temáticas fueron muy variopintas. En sus comienzos escribió novelas de carácter costumbrista. Éstas le convirtieron en un escritor muy amado por todos los valencianos puesto que plasmaba con gran detalle muchas de nuestras costumbres y tradiciones. Sus títulos hablan por sí solos: Cañas y Barro, La Barraca, Arroz y Tartana o Flor de Mayo. 

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En sus novelas mostraba claramente sus ideales. Prueba de ello fueron por ejemplo La Araña Negra o La Catedral, donde expresaba sin tapujos sus ideas anticlericales. En la primera hace una durísima crítica a los jesuitas y en la segunda cuenta las andaduras del seminarista Gabriel Luna.

Pero Blasco Ibáñez escribió otras muchísimas novelas a lo largo de su vida. Para escribirlas, se instruía tanto que viajaba a los países en cuestión para meterse de lleno, como hizo en Argentina y sus grandezas. Argentina fue un país que le cautivó. Y tanto le cautivó que emprendió un gran proyecto que desgraciadamente no le salió como esperaba. ¿De qué se trataba? Pues de instaurar el cultivo del arroz valenciano en tierras argentinas. Él tenía la idea y el dinero pero le faltaban los conocimientos en agricultura. Para ello contó con la ayuda de agricultores valencianos, quienes le acompañaron a Argentina. Pero lo dicho, el proyecto fue fallido y parece ser que volvió a España tremendamente decepcionado y arruinado económicamente.

Y por supuesto, no nos podemos olvidar de su gran best seller Los cuatro jinetes de la Apolapsis. Los inicios de esta novela comienzan en 1914 en París, donde Vicente Blasco Ibáñez se traslada para intentar hacer algo de fortuna con la literatura tras haberse arruinado en Argentina. Cuando la Primera Guerra Mundial estalla Blasco Ibáñez aprovecha la oportunidad para visitar el frente y convertirse en corresponsal de guerra. Y tanto éxito tienen sus artículos y sus crónicas que el mismísimo presidente de la República francesa le encargó una novela sobre la guerra para levantar el ánimo de las tropas aliadas. Así nació Los cuatro jinetes del Apocalipsis. En Europa la novela pasó desapercibida pero en Estados Unidos obtuvo un enorme éxito con más de 200.000 ejemplares vendidos en sólo un año y convirtiéndose en el libro más vendido en 1919.

Por último, sería un delito no hacer referencia a esas novelas que llegaron a la gran pantalla, a Hollywood nada más y nada menos… ¿Habéis visto alguna de estas películas? “Sangre y arena” protagonizada por Rodolfo Valentino y más tarde por Rita Hayworth y Anthony Quinn; “Entre naranjos” con Greta Garbo, “Mare Nostrum” con María Félix o “La maja desnuda” con Ava Gardner.

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Pues hasta aquí, una primer acercamiento a nuestro querido valenciano Vicente Blasco Ibáñez. Ya sabéis, si queréis saber más, no dudéis en poneros en contacto con nosotros para organizar una visita guiada a la Casa-Museo Vicente Blasco Ibañez. Saldrás queriéndote leer todas sus novelas!